Todas esas bendiciones no llegaron
a nuestras vidas por casualidad, ni por capricho, y mucho menos por algo bueno
que Dios haya visto en nosotros. Dios nos bendijo con toda bendición
espiritual, porque así había determinado hacerlo desde antes de la fundación
del mundo. Este no fue un plan de último minuto, algo que a Dios se le ocurrió
de repente hacer. Todo esto fue hecho conforme a la intención eterna de Dios.
Y eso nos coloca frente a una de
las doctrinas más impopulares, más atacadas y más abusadas de toda la
Escritura: la doctrina bíblica de la elección soberana de Dios. Muchos crujen
sus dientes contra esta enseñanza; se sienten profundamente molestos cuando nos
escuchan hablar de un Dios soberano que hace todas las cosas según el designio
de Su voluntad. En otras palabras, no soportan la idea de que de que Dios
ejerza Su prerrogativa de ser Dios.
Pero la Biblia enseña con toda
claridad que nuestro Dios es soberano, y que antes de la fundación del mundo Él
escogió libremente a un grupo de personas para salvación, y a los otros los
dejó sumidos en su justa condenación.
Y noten que Pablo incluye esta
gloriosa verdad de las Escrituras en una carta enviada a creyentes comunes y
corrientes quienes debían unirse a Pablo bendiciendo a Dios y alabando Su
nombre, por haberlos escogido para salvación desde antes de la fundación del
mundo. Obviamente él no pensaba que estas cosas debían quedar ocultas, o que
solo debían ser estudiadas en un seminario teológico.
Por la importancia de esta doctrina
en la vida del cristiano me sentí motivado a postear algunas ideas que podemos
extraer de los versículos 3 al 6 de Efesios 1. Les ruego que pongamos a un lado
las etiquetas y prejuicios teológicos y observemos con cuidado lo que Pablo
dice en este pasaje:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos
bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en
Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado
para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de
su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo
aceptos en el Amado”.
Al acercarnos al estudio de estos
versículos hay dos palabras claves que debemos notar. En el vers. 4 Pablo dice
que Dios nos escogió, y en el vers. 5 que Dios nos predestinó. Fuimos
escogidos, fuimos predestinados. Ambos términos son muy similares en
significado.
“Escoger” significa “hacer una selección”. Esta palabra se usa en
Lc. 6:13 para hablar de la selección que hace Cristo de los doce apóstoles.
Ellos no decidieron ser apóstoles de Cristo; Cristo los seleccionó
soberanamente de entre la multitud que lo seguía para ser Sus apóstoles. Pues
lo mismo tenemos aquí. Dios nos escogió para salvación. Como dice nuestro Señor
en Jn. 15:16: “No
me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros”.
La segunda palabra que aparece en nuestro texto de Ef. 1 es
“predestinación”. Esta es la traducción de la palabra griega “proorizo”,
palabra compuesta de “pro” que significa “de antemano”,
y “orizo” de donde proviene nuestra
palabra “horizonte”. El horizonte es la línea que divide el cielo de la tierra.
La idea de esta palabra es, entonces, trazar un límite de antemano. Dios soberanamente
trazó una línea, y a algunos los destinó de antemano para ir al cielo. Podemos
revelarnos contra esta verdad de las Escrituras, pero es imposible evadir el
hecho de que eso es lo que la Biblia enseña (comp. Rom. 8:28-30; 9:16;
11:32-36). Veamos lo que Pablo nos enseña en este texto con respecto a la
elección.
En primer lugar, Pablo establece la base de esa elección. “Según
nos escogió en Él”. Cuando Dios nos incluyó en Su plan soberano
Él sabía que no merecíamos ser incluidos. Pero Cristo se comprometió de
antemano a pagar completamente nuestra deuda. Es en ese sentido que fuimos
elegidos en Él. De no haber sido
por la segunda Persona de la Trinidad nunca habríamos sido parte del plan
redentor de Dios.
En segundo lugar, Pablo establece claramente el momento de la
elección: Fuimos escogidos “desde
antes de la fundación del mundo”. En otras palabras, esta
selección se hizo en la eternidad. Antes del inicio del tiempo, antes de la
creación de todas las cosas, Dios nos incluyó soberanamente en Su plan de
redención.
En tercer lugar, vemos el propósito de la elección. ¿Para qué nos
escogió Dios? Pablo responde dos cosas: por un lado nos dice que Dios nos
escogió “para
ser santos y sin mancha delante de Él”. No fue que Él vio algo
bueno en nosotros y por eso nos escogió, no. Él nos vio más bien en nuestro
pecado, en nuestra impiedad, y nos escogió para hacernos santos (comp. Ef.
2:1-3). La santidad es un fruto de la elección, no su causa.
El mejor comentario de este texto
es el que encontramos en la carta de Pablo a Tito (2:11-14). Dios el Padre nos
escogió, y Dios el Hijo murió en una cruz, para que nosotros fuésemos un pueblo
santo, un pueblo de hombres y mujeres apartados para Dios, viviendo bajo los
principios de Su voluntad revelada.
Ese propósito divino en la elección
debe repercutir en nuestras vidas como cristianos. Positivamente debemos tener
la ambición de ser santos, de conformarnos cada vez más al carácter santo de
Dios. Negativamente debemos tener la ambición de ser sin mancha, irreprensibles.
Amparados en la gracia de Dios debemos apartarnos de toda apariencia de mal,
dice Pablo en 1Ts. 5:22. Para eso fuimos escogidos.
Esa obra de santificación se inicia
en nosotros en el momento mismo de la conversión, cuando nuestros corazones son
purificados y librados de la esclavitud del pecado; continúa desarrollándose en
nuestra vida práctica en la medida en que hacemos uso de los medios de gracia
que Dios ha provisto; y será finalmente perfeccionada cuando seamos
glorificados, totalmente perfeccionados, luego de la venida en gloria de
nuestro Señor Jesucristo.
El propósito de Dios al elegirnos de ninguna manera será
frustrado. Algún día nos presentaremos delante de Él y seremos perfectos. Pero
no solo eso. En el vers. 5. Pablo nos dice también que fuimos escogidos,
predestinados en amor, “para
ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo”.
Hoy día, cuando hablamos de
adopción pensamos de inmediato en niños pequeños, pero en el tiempo de Pablo no
se solían adoptar bebés, sino personas adultas. Si un hombre rico no tenía
herederos, buscaba una persona que fuese digna a quien dejarle toda su
herencia, y lo adoptaba como su hijo. De inmediato esa persona tenía derecho
sobre todos los bienes del hombre rico. Y eso es lo que Pablo tiene en mente
cuando habla aquí de adopción. Nosotros somos ahora hijos de Dios, con todos
los derechos filiares de un hijo, porque Dios nos adoptó. Solo que cuando Dios
decidió hacer eso nosotros no éramos dignos herederos Suyos. Por eso primero
nos justificó, poniendo en nuestra cuenta la justicia perfecta de Cristo, y
luego nos adoptó ahora que hemos sido perdonados.
Por eso dice Pablo una vez más que
todo eso ocurrió en Jesucristo. En virtud de la obra redentora de Su Hijo que
nos es aplicada por la fe, el Juez de toda la tierra nos declara “sin culpa”, y
luego nos recibe como hijos en Su familia, y pone sobre nosotros Su nombre, y
nos concede liberalmente un sinnúmero de beneficios porque ahora Él es nuestro
Padre y nosotros somos Sus hijos. Así que Dios nos escogió para ser santos y
para ser adoptados como hijos Suyos.
Pero también vemos en el texto, en cuarto lugar, la razón por la
cual Dios nos escogió: “…
según el puro afecto de Su voluntad” (vers. 5). La elección de
Dios no fue arbitraria o caprichosa. Una decisión arbitraria es aquella que se
toma sin razón alguna. Pero en el caso de Dios, Él sí tenía una razón para
escogernos, solo que esa razón se encuentra en Él, no en nosotros. Él nos
escogió conforme a Su benevolente soberanía, por Su bondad que es santa y que
no posee motivos impuros en ella. Eso es todo lo que nos ha sido revelado al
respecto y, por lo tanto, es todo lo que debemos decir. Dios se deleitó en
amarnos desde antes de la fundación del mundo, y conforme a ese amor soberano
nos eligió. Por eso dice en el vers. 5 que fuimos predestinados en amor.
En quinto lugar, y finalmente, Pablo nos muestra en el texto el
propósito ulterior de Dios en hacer todo esto: “Para
alabanza de la gloria de Su gracia” (vers.
6). La meta final hacia la cual se mueve todo lo antes dicho es
el reconocimiento en adoración (eso es alabanza) de la excelencia divina (eso
es gloria) manifestada en favor de los indignos (eso es gracia).
Y una vez más, Pablo conecta todo esto con la persona de Cristo: “Para
alabanza de la gloria de Su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado”;
literalmente el texto dice que esa gracia nos fue bondadosamente conferida,
gratuitamente impartida sobre nosotros “en
el Amado”. Dios el Padre ama a Su Hijo, con un amor eterno e
inalterable, y nosotros estamos en Él. En virtud de esa unión, nosotros somos
ahora el objeto del amor del Padre, y beneficiarios de todas Sus bendiciones.
Y a la luz de todo esto yo me pregunto, ¿acaso existe un
privilegio más grande que ser cristiano? Nuestro Dios nos ha bendecido “con
toda bendición espiritual”; nosotros somos ahora los
beneficiarios de las riquezas de Su gracia, somos coherederos de Dios
juntamente con Cristo, y algún día entraremos en el disfrute pleno y eterno de
esa herencia. Y todo eso, porque Dios de pura gracia nos amó cuando no había
nada digno en nosotros que nos hiciera merecedores de ese amor. ¿Acaso no
deberían nuestros corazones llenarse de sobrecogimiento, de gozo y gratitud, y
nuestras bocas de alabanza, ante un cuadro como el que Pablo nos presenta en este
pasaje?
Oh, que Dios nos conceda vivir a la
altura de nuestros privilegios, que podamos mostrar al mundo la gloria de Dios
a través de una vida santa y gozosa, independientemente de las circunstancias
adversas en que nos encontremos en estos momentos. Que al igual que Pablo
seamos movidos a levantar nuestros corazones y nuestras voces para bendecir a
Aquel que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales, en Cristo.
© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede
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Amén.....bendita sea la soberanía de Nuestro Buen Padre Celestial......
ResponderEliminarGloria a Dios por su gracia por su amor, por su misericordia y por escogernos aun cuando no lo mereciamos , y por darse en sacrificio vivo por la humanidad por la creacion para el perdon de los pecados , el no redime nos ama y nos restaura. Bendiciones
ResponderEliminarPor la humanidad entera?? No fue por todos,solo por sus escojidos
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